domingo, 26 de agosto de 2012

Trocito de papel


Negro. Y, de repente, luz. Todos  esos momentos pasaron en un abrir y cerrar de ojos mientras los cirujanos se apelotonaban a mi alrededor para hacerme volver a la vida.
Me llamo Emma Jordán. Tengo quince años y nací un 27 de Diciembre en Huesca (España). Cuando tan solo tenia tres años me operaron de luxación de cadera pero la cosa no fue bastante bien y tras seis o siete operaciones más por fin aprendí a caminar con ocho años.
Lo único que recuerdo de las operaciones es verlo todo blanco y cuando menos te lo esperas te hacen una pregunta estúpida estilo: ''¿Cuánto pesas?'' Y antes de que pueda contestar todo se vuelve negro.
Ahora sigo haciéndome esa pregunta día si, día también. ¿Cuánto peso? y antes de que pueda reaccionar tras ver mi peso en la báscula la vi a ella. Ana. Desde ese momento supe que, después de que esa pregunta fueran mis últimos pensamientos antes de caer en coma, el resto de mi vida me preocuparía por contentarla.
Si, estuve en coma en mi quinta intervención. Y esto fue lo que sucedió.

Todo era maravilloso. Unas imponentes montañas se alzaban desde mis pies hasta rozar el cielo claro y azul. Sin una nube. A sus pies un extenso valle frondoso y verde con un río transparente y colorido a causa de la multitud de peces. Entré en la cabaña como casa mía que era y me senté en el sofá frente la chimenea de piedra y con un libro ''La historia interminable''. Detrás de mí y por toda la casa las paredes estaban llenas de fotos y estanterías cargadas de libros que cada día leía y releía. Era feliz. Hasta que un día un pájaro cantó junto a mi ventana. Me extrañó porque los pájaros que vivían en esa zona nunca bajaban a mi cabaña. Algo raro ocurría así que abrí la ventana…
Uno de mis mayores errores fue abrir esa ventana. El cielo azul y despejado ahora se había convertido en un torbellino de electricidad, nubes negras como el carbón y truenos ruidosos como tambores. Enormes grietas rompían el cielo en pedazos. El cielo se caía.
Nunca había visto semejante belleza junta. Mis montañas, mi valle, los rayos, el cielo,… Todo era tan bello que cuando salí al exterior alcé mi mano para rozar tal perfección, cuando la electricidad me alcanzó antes.
Todo mi ser estaba envuelto en dolor y rayos. La electricidad corría por mis venas como si sangre fuera tan rápido como mi preciado río. Lo último que pensé antes de caer rendida bajo la tormenta fue la perfección.

''Y, de repente, luz.'' Me desperté con un fogonazo de luz en mis acaramelados ojos.
Estaba en una habitación azul. Sobre una camilla de hospital. Nadie estaba esperando mi regreso.
Miré por la ventana y allí estaba. La perfección refugiándose del diluvio del exterior. Un bonito periquito amarillo me piaba desde el otro lado de la ventana, tal como el pájaro de mis sueños.
Ahora me tienen que volver a operar y sufro artrosis. Tomo tres pastillas cada ocho horas que me hacen marearme y vomitar.
Con un poco de suerte Ana siempre estará allí 





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